Luego tomó arcilla del barro y modeló con ella doce gorriones. Era sábado cuando lo hizo y muchos niños estaban con él. Pero un judío, viendo al niño Jesús hacer eso con los otros niños, fue donde su padre José y acusó al niño Jesús, diciendo: «Ha hecho arcilla el sábado, lo cual no es lícito, y ha modelado doce gorriones». Entonces fue José y le reprendió diciendo: «¿Por qué haces esto el sábado?». Pero Jesús dio una palmada y con un grito dio una orden a los pájaros en presencia de todos. Y dijo: «Id, volad como seres vivos». Y los gorriones echaron a volar y se marcharon gorjeando. Cuando el fariseo lo vio, se maravilló y se lo contó a todos sus amigos.
Y como enviado a los Hijos de Israel: «Os he traído un signo que viene de vuestro Señor. Voy a crear para vosotros, de la arcilla, a modo de pájaros. Entonces, soplaré en ellos y, con permiso de Dios, se convertirán en pájaros. Con permiso de Dios, curaré al ciego de nacimiento y al leproso y resucitaré a los muertos. Os informaré de lo que coméis y de lo que almacenáis en vuestras casas. Ciertamente, tenéis en ello un signo, si es que sois creyentes.
Cuando dijo Dios: «¡Jesús, hijo de María!; Recuerda Mi gracia, que os dispensé a ti y a tu madre cuando te fortalecí con el Espíritu Santo y hablaste a la gente en la cuna y de adulto, y cuando le enseñé la Escritura, la Sabiduría, la Tora y el Evangelio. Y cuando creaste de arcilla a modo de pájaros con Mi permiso, soplaste en ellos y se convirtieron en pájaros con Mi permiso. Y curaste al ciego de nacimiento y al leproso con Mi permiso. Y cuando resucitaste a los muertos con Mi permiso. Y cuando alejé de ti a los Hijos de Israel cuando viniste a ellos con las pruebas claras y los que de ellos no creían dijeron: 'Esto no es sino manifiesta magia'.
En tiempo, pues, del Emperador Decio se levantó una terrible, y espantosa persecución contra la Iglesia de Cristo; porque el emperador Decio se levantó una terrible, y espantosa persecución contra la Iglesia de Cristo; porquqe el emperador era fiero y cruelísimo, y tenía extraño odio contra los Cristianos, parte por haberlo sido el Emperador Felipe, a quien él había quitado la vida; parte por la falsa creencia, y superstición, con que adoraba a los Dioses vanos de la Gentilidad, teniéndolos por patrones, y conservadores de su Imperio. En esta persecución muchos Cristianos fueron muertos con exquisitos tormentos en la Ciudad de Efeso, estando el Emperador Decio presente: otros desfallecieron, otros huyeron, y se ausentaron por librarse de las manos de tan impío tirano.
Entre los otros cristianos fueron presos siete hermanos mozos, y de muy gentil disposición, y gracia, hijos de un Caballero ilustro de allí de Efeso, que se llamaban Maximiliano, Malco, Martiniano, Dionitio, Juan, Serapion, y Constantino; los cuales fueron presentados delante del Emperaador, y por mucho que él los tentó, y con halagos, y amenazas procuró persuadirles, que adorasen a sus Dioses, nunca lo pudo acabar con ellos, mostrándose muy valerosos, y constantes en la Fe de Cristo. El Emperador, aunque los mandó quitar los cintos de oro, que como soldados, y Caballeros traían, (que era quitarles la nobleza) no quiso luego ejecutar en ellos su saña, y furor: antes movido de cierta compasión vana los dejó, para que pensasen mejor lo que les convenía, y se rindiesen a su voluntad. Ellos determinados de morir por Cristo, recogieron la haciendo que pudieron y repartieron la mayor parte a los pobres; y con lo que de ellas les quedó, encomendándose muy de veras a nuestro Señor, y suplicándole, que los librase de la violencia de aquel tirano, o que les diese espíritu, y fuerzas para vencerle, y padecer por su amor, se retiraron a una cueva grande, y capaz, que estaba cerca de la ciudad, donde pensaban estarían seguros. Supo esto el Emperador, y mandó cerrar la entrada de aquella cueva de manera, que los Santo siete hermanos no pudiesen salir de ella; y muriendo allí de hambre, la misma cueva les sirviere de sepultura. Hízole así, y un cristiano (para que quedase la memoria de tan gloriosos mártires) escribió lo que había pasado, y mandado el emperador en una lámina, y échola dentro de la cueva antes de que cerrase.
Murió Decio desastradamente, y sucedieronle los otros emperadores gentiles, hasta el gran Constantino, que fue cristiano, y amplificador de nuestra santa religión, y después los demás, hasta Theodosio el Menor, hijo del emperador Arcadio, y nieto del gran Theodosio el Mayor; en cuyo tiempo a los viente y tres años de su imperio, abriéndose con cierta ocasión la entrada de aquella cueva, se hallaron (no sin gran milagro) aquellos siete hermanos, y Santos Mártires enteros con sus vestidos, y miembros sin corrupción, como si todo este tiempo hubieran dormido, y gozado de un dulce, y profundo sueño. Confirmándose en la verdad del milagro el Obismo, gobernador, y toda la ciudad de Efeso, cuando prendieron a uno de ellos, (que era el menor, y había venido a la Ciudad a comprar alguna cosa de comer para sí, y para sus hermanos) y les contó como se habían escondido en aquella cueva por temor de la muerte, que les quería dar el Emperador Decio. Y mucho más se confirmaron, cuando leyeron en la lámina, que dijimos, la misma historia, que para testimonio de la verdad había Dios ordenado, que tanto antes se escribiese, y se pusiese en aquella cueva; y así se echaron todos los que habían concurrido a la cueva a los pies de aquellos Santo, y bienaventurados hermanos mártires.
¿Crees que los de la caverna y de ar-Raqim constituyen una maravilla entre Nuestros signos? Cuando los jóvenes, al refugiarse en la caverna, dijeron: «¡Señor! ¡Concédenos una misericordia de Ti y haz que nos conduzcamos correctamente!» Y les hicimos dormir en la caverna por muchos años. Luego, les despertamos para saber cuál de los dos grupos calculaba mejor cuánto tiempo habían permanecido. Nosotros vamos a contarte su relato verdadero. Eran jóvenes que creían en su Señor y a quienes habíamos confirmado en la buena dirección. Fortalecimos su ánimo cuando se levantaron y dijeron: «Nuestro Señor es el Señor de los cielos y de la tierra. No invocaremos a más dios que a Él. Si no, diríamos una solemne mentira. Este pueblo nuestro ha tomado dioses en lugar de tomarle a Él. ¿Por qué no presentan alguna autoridad clara en su favor? ¿Hay alguien que sea más impío que quien inventa una mentira contra Dios? Cuando os hayáis alejado de ellos y de lo que, en lugar de Dios, sirven, ¡refugiaos en la caverna! Vuestro Señor extenderá, sobre vosotros algo de Su misericordia y dispondrá de la mejor manera de vuestra suerte». Habrías visto que el sol, al salir, se desviaba de su caverna hacia la derecha y, al ponerse, los rebasaba hacia la izquierda, mientras ellos estaban en una oquedad de ella. Ése es uno de los signos de Dios. Aquél a quien Dios dirige está bien dirigido, pero para aquél a quien Él extravía no encontrarás amigo que le guíe. Les hubieras creído despiertos cuando, en realidad, dormían. Les dábamos vuelta a derecha e izquierda, mientras su perro estaba en el umbral con las patas delanteras extendidas. Si les hubieras visto, te habrías escapado de ellos, lleno de miedo. Así estaban cuando les despertamos para que se preguntaran unos a otros. Uno de ellos dijo: «¿Cuánto tiempo habéis permanecido?» Dijeron: «Permanecimos un día o menos». Dijeron: «Vuestro Señor sabe bien cuánto tiempo habéis permanecido. Enviad a uno de vosotros con esta vuestra moneda a la ciudad. Que mire quién tiene el alimento más fresco y que os traiga provisión del mismo. Que se conduzca bien y que no atraiga la atención de nadie sobre vosotros, pues, si se enteraran de vuestra existencia, os lapidarían u os harían volver a su religión y nunca más seríais felices». Y así los descubrimos para que supieran que lo que Dios promete es verdad y que no hay duda respecto a la Hora. Cuando discutían entre sí sobre su asunto. Dijeron: «¡Edificad sobre ellos! Su Señor les conoce bien». Los que prevalecieron en su asunto dijeron: «¡Levantemos sobre ellos un santuario!» Unos dirán: «Eran tres, cuatro con su perro». Otros dirán: «Eran cinco, seis con su perro», conjeturando sobre lo oculto. Otros dirán: «Eran siete, ocho con su perro». Di: «Mi Señor sabe bien su número, sólo pocos les conocen». No discutas, pues, sobre ellos, sino someramente y no consultes sobre ellos a nadie. Y no digas a propósito de nada: «Lo haré mañana», sin: «si Dios quiere». Y, si te olvidas de hacerlo, recuerda a tu Señor, diciendo: «Quizá mi Señor me dirija a algo que esté más cerca que eso de lo recto». Permanecieron en su caverna trescientos años, a los que se añaden nueve. Di: «Dios sabe bien cuánto tiempo permanecieron. Suyo es lo oculto de los cielos y de la tierra. ¡Qué bien ve y qué bien oye! Fuera de Él, los hombres no tienen amigo. Y Él no asocia a nadie en Su decisión».
«Yo soy El Eterno que te saqué de Ur Kasdim»
Después de diez años, Abram fue llevado nuevamente a Nimrod para ser juzgado. Nimrod todavía epseraba convencerlo de adorarlo a él y a sus dioses. - Adoremos al fuego -Le sugirió a Abram.- Está obvio que el fuego es más poderoso que cualquier otra sustancia. - Si es así -replicó Abram- adoremos mejor al agua que tiene el poder de apagar el fuego. -Entonces inclinémos ante el agua. - Pero las nubes son superiores al agua porque la contienen. -Entonces adoremos las nubes. - Sin embargo, el viento dispersa las nubes, entonces debe ser superior. - Tenés razón, oremos al viento. - No, un ser humano es más poderoso que el viento, porque está lleno de aire a pesar de sus aberturas corporales. Nimrod salió de sus casillas. -Veo que lo que quieres hacer es tomarme el pelo -exclamó.- Adoro al fuego y haré que te arrojen al fuego. Pronto veremos si tu Dios es más poderoso que los míos.
Nimrod ordenó a sus funcionarios preparar un horno en Ur Kasdim para un auto-de-fé- Los funcionarios del rey proclamaron. -Quemaremos a un traidor. Se aceptarán contribuciones de madera para la fogata dentro de los próximos cuarenta días. Las contribuciones fueron generosas. Abram debió permanecer de pie y encadenado durante tres días, mientras los esclavos de Nimrod apilaban madera a su alrededor hasta una altura de 5 amot (aproximadamente 2,5 metros). Al tercer día los esclavos ajustaron aún más las cadenas de las manos y de los pies de Abram. Cuando se enteraron todos que un traidor iba a ser quemado se congregó una multitud. Las mujeres y los niños se paraban sobre los techos para presenciar este acontecimiento. Amtalaí, la madre de Abram, se acercó a besar a su hijo. - Inclínate ante Nimrod, hijo, aunque sea una vez -le rogó- y te salvarás de las llamas. - Nunca abandonaré a Hashem, madre. Estaban presentes los representantes de todas las naciones. Le decían a Abram. -Esta es tu última oportunidad. ¿De qué lado estás? - Estoy del lado de Hashem, Amo del Universo. Los esclavos de Nimrod lo tomaron y lo lanzaron sobre las llamas ardientes. En ese momento el ángel Gabriel le regó a Hashem - Permíteme extingur las llamas y salvar al tzadik del calderón. Hashem le respondió - No hay nadie en el cielo como Yo y nadie en la tierra como Abram. Yo mismo voy a descender y salvarlo del fuego. Hashem personalmente ordenó a las llamas no dañar a Abram.
La madera del horno se transformó en encantadoras ramas cargadas de frutas que alimentaban a Abram. Permaneció con vida en el horno durante tres días y tres noches. Entonces los esclavos de Nimrod abrieron la puerta y he aquí que Abram se desplazaba en miedo del fuego como si estuviera en el jardín de un palacio y ángeles le hacían compañía. únicamente las cuerdas con las que lo habían atado estaban quemadas. Los sirvientes de Nimrod no podían creer lo que veían. Inmediatamente se enviaron mensajeros al rey Nimrod, quien, consternado vino a constatarlo por sí mismo. La puerta del horno estaba abierta y allí estaba Abram vivo en el medio del fuego ardiente. Nimrod quedó temblando. Sáquenlo de ahí -ordenó. Los esclavos trataron de acercarse para sacar a Abram pero cada vez que lo querían tomar, las llamas se abalanzaban sobre ellos. - ¿Por qué demoran tanto? gritó el rey. Los esclavos, intimidados trataron una vez más. Las llamas se abalanzaron y los quemaron vivos. Luego un ángel de Hashem le dijo a Abram - Abram, servidor de Dios viviente, ¡vete del horno! Abram salió del horno ante la mirada de todos. - ¿Cómo es posible que estés vivo todavía? - Preguntó Nimrod con voz temblorosa.- El Dios que creó el cielo y la tierra, del que tú te burlaste, me salvó de la muerte -exclamó Abram. Nimrod se inclinó ante Abram, y todos los ministros siguieron su ejemplo. - No se inclinen ante mí -dijo Abram- sino que deben inclinarse ante Dios viviente, Creador del Universo. No todos los presentes fueron persuadidos por las palabras de Abram. Había quienes murmuraban. Abram se salvó por magia. Su hermano menor Haran es un gran mago - debe haber lanzado un hechizo al fuego para que no queme a Abram. Harán había presenciado todo lo ocurrido y estaba carcomido por sus dudas - ¿debía seguir a su hermano mayor o creer en Nimrod? Decidió esperar a que se resolviera el destino de Abram y luego tomar partido. Pensó - Si Abram se salva, diré que estoy del lado de Abram, si muere, del de Nimrod. Cuando Abram salió vivo del horno le preguntaron a Haran - ¿De qué lado estás? - Yo también creo en el Dios de Abram -exclamó Haran. Los funcionarios de Nimrod lo tomaron y lo arrojaron dentro del horno. Pero él no mereció el milagro y fue consumido por las llamas. Los milagros no suceden a las personas que sólo se entregan a Hasem presuponiendo que serán salvados milagrosamente. El Angel de la Muerte tomó el cuerpo sin vida de Haran y lo arrojó ante la presencia de Teraj. Así se evidenció que no era la magia la que había salvado a Abram. El Kidush Hashem (santificación del nombre de Dios) fue completo.
Antes, dimos a Abraham, a quien conocíamos, la rectitud. Cuando dijo a su padre y a su pueblo: «¿Qué son estas estatuas a cuyo culto estáis entregados?» Dijeron: «Nuestros padres ya les rendían culto». Dijo: «Pues vosotros y vuestros padres estáis evidentemente extraviados». Dijeron: «¿Nos hablas en serio o bromeas?» Dijo: «¡No! Vuestro Señor es el Señor de los cielos y de la tierra, que Él ha creado. Yo soy testigo de ello. -¡Y por Dios!, que he de urdir algo contra vuestros ídolos cuando hayáis vuelto la espalda-». Dijeron: «¿Quién ha hecho eso a nuestros dioses? Ese tal es, ciertamente, de los impíos». «Hemos oído», dijeron, «a un mozo llamado Abraham que hablaba mal de ellos». Dijeron: «¡Traedlo a vista de la gente! Quizás, así, sean testigos». Dijeron: «¡Abraham! ¿Has hecho tú eso con nuestros dioses?» «¡No!» dijo. «El mayor de ellos es quien lo ha hecho. ¡Preguntádselo, si es que son capaces de hablar!» Se volvieron a sí mismos y dijeron: «Sois vosotros los impíos». Pero, en seguida, mudaron completamente de opinión: «Tú sabes bien que éstos son incapaces de hablar». Dijo: «¿Es que servís, en lugar de servir a Dios, lo que no puede aprovecharos nada, ni dañaros? ¡Uf, vosotros y lo que servís en lugar de servir a Dios! ¿Es que no razonáis?» Dijeron: «¡Quemadlo y auxiliad así a vuestros dioses, si es que os lo habéis propuesto...!» Dijimos: «¡Fuego! ¡Sé frío para Abraham y no le dañes!» Quisieron emplear artimañas contra él, pero hicimos que fueran ellos los que más perdieran. Les salvamos, a él y a Lot, a la tierra que hemos bendecido para todo el mundo. Y le regalamos, por añadidura, a Isaac y a Jacob. Y de todos hicimos justos. Les hicimos jefes, que dirigieran siguiendo Nuestra orden. Les inspiramos que obraran bien, hicieran la oracíón y dieran caridad. Y Nos rindieron culto. A Lot le dimos juicio y ciencia y le salvamos de la ciudad que se entregaba a la torpeza. Eran gente malvada, perversa. Le introdujimos en Nuestra misericordia. Es de los justos.
Y a Abraham. Cuando dijo a su pueblo: «¡Servid a Dios y temedle! Es mejor para vosotros. Si supierais...» Servís, en lugar de servir a Dios, sólo ídolos, y creáis una mentira. Los que vosotros servís, en lugar de servir a Dios, no pueden procuraros sustento. ¡Buscad, pues, en Dios el sustento! ¡Servidle, dadle gracias! ¡A Él seréis devueltos! Si desmentís, ya otras generaciones, antes de vosotros, desmintieron. Al Enviado sólo le incumbe la transmisión clara. ¿Es que no ven cómo inicia Dios la creación y, luego, la repite? Es cosa fácil para Dios. Di: «¡Id por la tierra y mirad cómo inició la creación! Luego, Dios creará por última vez. Dios es omnipotente». Castiga a quien Él quiere y se apiada de quien Él quiere. A Él seréis devueltos. No podéis escapar en la tierra ni en el cielo. No tenéis, fuera de Dios, amigo ni auxiliar. Quienes no crean en los signos de Dios y en que Le encontrarán, ésos son quienes desesperarán de Mi misericordia, ésos son quienes sufrirán un castigo doloroso. Lo único que respondió su pueblo fue: «¡Matadle o quemadle!» Pero Dios le libró del fuego. Ciertamente hay en ello signos para gente que cree. Dijo: «Habéis tomado ídolos en lugar de tomar a Dios, sólo por el afecto mutuo que os tenéis en la vida de acá. Luego, el día de la Resurrección, renegaréis unos de otros y os maldeciréis mutuamente. Vuestra morada será el Fuego y no tendréis quien os auxilie». Lot creyó en Él y dijo: «Me refugio en mi Señor. Él es el Poderoso, el Sabio». Le regalamos Isaac y Jacob, e instituimos en su descendencia el profetismo y la Escritura. Le recompensamos en la vida de acá, y en la otra es de los justos.